Tienen
más sentido ahora tus guitarras,
llevas
relámpagos en la piel que me encandilan
y
dejo caer este gargajo desde el octavo piso.
Eres
un ser de luz entre el encaje negro;
grietas
por las que se trasmina tu baile.
Eres
la juventud de un ángel mirándose al espejo.
Se
pinta negros los labios y pinta de negro todo el espejo para verse mejor.
Hasta
en sueños practicas gestos sexuales que infartarían, aun muerta, a la madre
Teresa de Calcuta.
Rayos
que emanan de la tierra y otros del cielo, el choque de la luz que se quiere manifestar
en su imagen verdadera y de museo,
hace
que todo truene como si los gigantes estuvieran jugando a las carreras.
¿O
será la lengua de Dios que vino a lamer y sembrar naturaleza?
¿Qué
tiene la dulzura triste de la voz angelical, que toda la fuerza armada se pone
a llorar haciendo los honores a tu izada ropa interior?
Ataques
flamencos a la guitarra,
arpegiar
con dedos calavera en todas las cuerdas.
Ahora
más sentido tiene tu voz,
la
quiero desde un alto balcón en un vecindario en cuarentena.
No
la voz de Édith Piaf ni la de Alma ni la de Verónica en Veneno para Hadas.
¿Quién
iba a creer que un tipo con apellido mexicano estuvo enamorado de ti?
Tan
enamorado, que antes de cortarse el brazo con una pluma, una u muy sonriente, y
escribir con sangre una carta bomba para después suicidarse,
tuvo
el valor de mirarse y negar toda imagen.
Tú,
tan linda y educada como siempre,
brillas
en la función de media noche,
donde
ebrios dioses brindan con copas llenas de saliva.
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