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TAN ROTO, por Francisco Robledo


Tienen más sentido ahora tus guitarras,
llevas relámpagos en la piel que me encandilan
y dejo caer este gargajo desde el octavo piso.
Eres un ser de luz entre el encaje negro;
grietas por las que se trasmina tu baile.
Eres la juventud de un ángel mirándose al espejo.
Se pinta negros los labios y pinta de negro todo el espejo para verse mejor.
Hasta en sueños practicas gestos sexuales que infartarían, aun muerta, a la madre Teresa de Calcuta.
Rayos que emanan de la tierra y otros del cielo, el choque de la luz que se quiere manifestar en su imagen verdadera y de museo,
hace que todo truene como si los gigantes estuvieran jugando a las carreras.
¿O será la lengua de Dios que vino a lamer y sembrar naturaleza?  
¿Qué tiene la dulzura triste de la voz angelical, que toda la fuerza armada se pone a llorar haciendo los honores a tu izada ropa interior?
Ataques flamencos a la guitarra,
arpegiar con dedos calavera en todas las cuerdas.
Ahora más sentido tiene tu voz,
la quiero desde un alto balcón en un vecindario en cuarentena.
No la voz de Édith Piaf ni la de Alma ni la de Verónica en Veneno para Hadas.
¿Quién iba a creer que un tipo con apellido mexicano estuvo enamorado de ti?
Tan enamorado, que antes de cortarse el brazo con una pluma, una u muy sonriente, y escribir con sangre una carta bomba para después suicidarse,
tuvo el valor de mirarse y negar toda imagen.
Tú, tan linda y educada como siempre,
brillas en la función de media noche,
donde ebrios dioses brindan con copas llenas de saliva.

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