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EL AZUL NO ES UN COLOR, por Rafael Acosta


De rodillas
Un cuarto de motel con papel tapiz de los sesentas
Las luces de la carretera haciendo líneas a las 3 de la                    mañana
Un papel que se rompe
Lebron James en un jersey blanco mete una canasta sobre Kawhi Leonard
Un arma tiene un lado muy pero muy equivocado.
El azul no es un color que quieres ver titilar. Nunca. Todavía me cierra el esfínter.

Dos mil doscientos kilómetros de distancia no te separan de las cosas que se quedan dentro. Pero es sorprendente como lo importante se desvanece ante lo trivial. Pad thai por favor, thai hot, con limoncito si no es malita, por favor. Salud, salú. ¿Para cuando te gradúas? Las pedas no existen en el presente, no en realidad. En el presente son tan solo una semilla que echa un tallo que madura y adquiere corteza con la repetición a través del tiempo. Una peda no se vive una vez, para poder vivirla se vive varias veces, conforme se recuerda. La vez que amaneciste boca abajo en el pasto del Indio. La boda en la que se fueron a dar serenata y la novia estaba en su despedida. El gorrito de enfermera que traías puesto al salir del cinco letras. La canción del burro que cantábamos cuando andábamos bien idiotas después de toda la cerveza. La peda de cuándo lo contrataron en la universidad y cuando Gretchen y Thiago se desaparecieron. También a veces cosas como la noche del desarmador o las pequeñas catástrofes compartidas. Pero, dos mil doscientos kilómetros de distancia no te separan de las cosas que se quedan dentro. De Italy, TX a Washington DC, te sigue y una vez que se acaban las cervezas, se acaban las cervezas y estás de nuevo de rodillas, explicando por qué es mala idea lo que el pinche redneck quiere hacer y te salvas por la pura pinche suerte de tener ese amigo.

La puntuación en Blood Meridian. El uso de los poetas en Virgilio. El verbo jarchar en Yuri Herrera. El color rojo en High Plains Drifter. El escudo de Aquiles. El capitalismo en Cabrón a la griega. La vulnerabilidad de Pachuco en Zoot Suit. El canto de las sirenas de Rolando Hinojosa. La virtud de la piedad en Edward James Olmos. El honor de los bandidos en Astucia. El cuerpo sin loros de Macunaíma. Alfonso Reyes y la voz del otro. La colonialidad y Doris Lessing. La mitología azteca en Operación Bolívar. La segunda muerte de Nazario Moreno. Los mundos alternos de Santiago Vidaurri. La hipocresía de los vaqueros de The Searchers. Los bandidos desperados de Américo Paredes. Los linchamientos en Texas a la raza.

Una práctica común en Estados Unidos es la institución de trampas de velocidad, puntos en las carreteras donde la velocidad máxima disminuye abruptamente y sin una justificación o intención clara. Esto es producto de la tendencia a reducir los impuestos que ha dominado en los últimos cuarenta años. Pequeñas ciudades o condados que se encuentran cerca de una carretera grande, como Italy, en la 35E, utilizan estas trampas para atraer dinero al condado. Colocan a un par de policías cerca de la trampa, a esperar a un pendejo que no vea el letrero, o un negro, o algún raza, o a quien se deje, pues, pero mejor si es raza o negro. De ciento cincuenta dólares en doscientos se junta un dinerito. Sobretodo para un pueblo pequeño. Y claro, si eres de lejos, mejor. No puedes aparecer en corte y si no pagas, giran una orden de aprensión en tu contra y te detienen un día, por cualquier cosa al salir de tu casa y no te sueltan hasta que pagues. Y luego, la policía. Hay que interactuar con la policía.

Perdió tu equipo, lo recuerdas ahora, pero solo tus ojos lo estaban viendo.
El sonido del papel de un pasaporte que se rompe.
Las luces de la carretera haciendo líneas a las 3 de la mañana.
Memo trabaja haciendo nóminas de la policía.
Básicamente secuestrado en un motel de carretera que cobraba la noche como el Waldorf Astoria.
Es muy, pero muy difícil explicar por qué alguien no debe mover una media luna de metal cuando tu interlocutor tiene el dedo en ella.
El azul era un color, pero ya no lo es, menos mezclado con el rojo. Lo sabes con las agruras.

Dos tubos de metal contienen pura puta oscuridad. Tu carro se fue en una grúa, con todo lo que tienes. Tú te fuiste en una patrulla, esposado, te dejaron en un hotel, donde no había nadie ni nada. Y al día siguiente tuviste que ir a recoger el carro. Acabaste de rodillas.

Hay algo mágico en el ritmo de la carretera. Uno se monta en un carro, le llena el tanque de gasolina y deja que las llantas se trasladen sobre el asfalto. Hay una especie de trance en el que uno entra. Puede haber silencio, o música. En un punto las dos son lo mismo. Ese es el mejor. Y hay amores que se pudren como se entierra una uña.

Un automóvil necesita muchas cosas para circular legalmente. En la sección de vehículos únicos del Departamento de Vehículos del Estado de Texas se puede encontrar una lista de los requerimientos para automóviles que no han sido registrados a través de los procedimientos normales. Esos procedimientos se pueden encontrar en la sección de Federal Motor Vehicle Safety Standards, dentro del portal de la National Highway Traffic Safety Administration. Para circular legalmente, un automóvil tiene requerimientos más allá de sus contenidos estructurales.  Un vehículo necesita un registro actualizado sin adeudos y una placa actualizada del estado de Texas, o del estado de residencia del conductor, siempre y cuando lleve menos de tres meses en el estado de Texas. Si el conductor es estudiante, no se le considera como residente del estado, por lo que puede usar una licencia expedida fuera de Texas. Un seguro contra accidentes para circular legalmente. Un seguro necesita un conductor con licencia para ser válido. Un policía no necesita un cerebro para circular legalmente.

No recuerdas bien cómo pasaste esa noche.
El papel de las visas se puede romper con dos dedos y casi sin esfuerzo.
Las luces de la carretera marcan líneas de fuga.
Lo que le debes a Memo no lo puedes explicar.
Era solo un motel de mierda, pero lo recuerdas como el Overlook.
No sabes cómo convenciste a ese puto redneck.
Pero saliste.
El azul no es un color.

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