De rodillas
Un cuarto de
motel con papel tapiz de los sesentas
Las luces de
la carretera haciendo líneas a las 3 de la mañana
Un papel que
se rompe
Lebron James
en un jersey blanco mete una canasta sobre Kawhi Leonard
Un arma tiene
un lado muy pero muy equivocado.
El azul no es
un color que quieres ver titilar. Nunca. Todavía me cierra el esfínter.
Dos mil
doscientos kilómetros de distancia no te separan de las cosas que se quedan
dentro. Pero es sorprendente como lo importante se desvanece ante lo trivial.
Pad thai por favor, thai hot, con limoncito si no es malita, por favor. Salud,
salú. ¿Para cuando te gradúas? Las pedas no existen en el presente, no en
realidad. En el presente son tan solo una semilla que echa un tallo que madura
y adquiere corteza con la repetición a través del tiempo. Una peda no se vive
una vez, para poder vivirla se vive varias veces, conforme se recuerda. La vez
que amaneciste boca abajo en el pasto del Indio. La boda en la que se fueron a
dar serenata y la novia estaba en su despedida. El gorrito de enfermera que
traías puesto al salir del cinco letras. La canción del burro que cantábamos
cuando andábamos bien idiotas después de toda la cerveza. La peda de cuándo lo
contrataron en la universidad y cuando Gretchen y Thiago se desaparecieron.
También a veces cosas como la noche del desarmador o las pequeñas catástrofes
compartidas. Pero, dos mil doscientos kilómetros de distancia no te separan de
las cosas que se quedan dentro. De Italy, TX a Washington DC, te sigue y una
vez que se acaban las cervezas, se acaban las cervezas y estás de nuevo de
rodillas, explicando por qué es mala idea lo que el pinche redneck quiere hacer
y te salvas por la pura pinche suerte de tener ese amigo.
La puntuación
en Blood Meridian. El uso de los poetas en Virgilio. El verbo jarchar en Yuri
Herrera. El color rojo en High Plains Drifter. El escudo de Aquiles. El
capitalismo en Cabrón a la griega. La vulnerabilidad de Pachuco en Zoot Suit.
El canto de las sirenas de Rolando Hinojosa. La virtud de la piedad en Edward
James Olmos. El honor de los bandidos en Astucia. El cuerpo sin loros de
Macunaíma. Alfonso Reyes y la voz del otro. La colonialidad y Doris Lessing. La
mitología azteca en Operación Bolívar. La segunda muerte de Nazario
Moreno. Los mundos alternos de Santiago Vidaurri. La hipocresía de los
vaqueros de The Searchers. Los bandidos desperados de Américo Paredes. Los
linchamientos en Texas a la raza.
Una práctica
común en Estados Unidos es la institución de trampas de velocidad, puntos en
las carreteras donde la velocidad máxima disminuye abruptamente y sin una
justificación o intención clara. Esto es producto de la tendencia a reducir los
impuestos que ha dominado en los últimos cuarenta años. Pequeñas ciudades o
condados que se encuentran cerca de una carretera grande, como Italy, en la
35E, utilizan estas trampas para atraer dinero al condado. Colocan a un par de
policías cerca de la trampa, a esperar a un pendejo que no vea el letrero, o un
negro, o algún raza, o a quien se deje, pues, pero mejor si es raza o negro. De
ciento cincuenta dólares en doscientos se junta un dinerito. Sobretodo para un
pueblo pequeño. Y claro, si eres de lejos, mejor. No puedes aparecer en corte y
si no pagas, giran una orden de aprensión en tu contra y te detienen un día,
por cualquier cosa al salir de tu casa y no te sueltan hasta que pagues. Y
luego, la policía. Hay que interactuar con la policía.
Perdió tu
equipo, lo recuerdas ahora, pero solo tus ojos lo estaban viendo.
El sonido del
papel de un pasaporte que se rompe.
Las luces de
la carretera haciendo líneas a las 3 de la mañana.
Memo trabaja
haciendo nóminas de la policía.
Básicamente
secuestrado en un motel de carretera que cobraba la noche como el Waldorf
Astoria.
Es muy, pero
muy difícil explicar por qué alguien no debe mover una media luna de metal
cuando tu interlocutor tiene el dedo en ella.
El azul era un
color, pero ya no lo es, menos mezclado con el rojo. Lo sabes con las agruras.
Dos tubos de
metal contienen pura puta oscuridad. Tu carro se fue en una grúa, con todo lo
que tienes. Tú te fuiste en una patrulla, esposado, te dejaron en un hotel,
donde no había nadie ni nada. Y al día siguiente tuviste que ir a recoger el
carro. Acabaste de rodillas.
Hay algo
mágico en el ritmo de la carretera. Uno se monta en un carro, le llena el
tanque de gasolina y deja que las llantas se trasladen sobre el asfalto. Hay
una especie de trance en el que uno entra. Puede haber silencio, o música. En
un punto las dos son lo mismo. Ese es el mejor. Y hay amores que se pudren como
se entierra una uña.
Un automóvil
necesita muchas cosas para circular legalmente. En la sección de vehículos
únicos del Departamento de Vehículos del Estado de Texas se puede encontrar una
lista de los requerimientos para automóviles que no han sido registrados a
través de los procedimientos normales. Esos procedimientos se pueden encontrar
en la sección de Federal Motor Vehicle Safety Standards, dentro del portal de
la National Highway Traffic Safety Administration. Para circular legalmente, un
automóvil tiene requerimientos más allá de sus contenidos estructurales. Un vehículo necesita un registro actualizado
sin adeudos y una placa actualizada del estado de Texas, o del estado de
residencia del conductor, siempre y cuando lleve menos de tres meses en el
estado de Texas. Si el conductor es estudiante, no se le considera como residente
del estado, por lo que puede usar una licencia expedida fuera de Texas. Un
seguro contra accidentes para circular legalmente. Un seguro necesita un
conductor con licencia para ser válido. Un policía no necesita un cerebro para
circular legalmente.
No recuerdas
bien cómo pasaste esa noche.
El papel de
las visas se puede romper con dos dedos y casi sin esfuerzo.
Las luces de
la carretera marcan líneas de fuga.
Lo que le
debes a Memo no lo puedes explicar.
Era solo un
motel de mierda, pero lo recuerdas como el Overlook.
No sabes cómo
convenciste a ese puto redneck.
Pero saliste.
El azul no es
un color.
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