Comencé a escribir la fanfiction por petición de mis amigas. Al
principio me resistí, no era lo mismo escribir poemas de amor para un chico de secundaria
que una historia completa. Pero mi fama de escritora había crecido mucho
durante el primer semestre del ciclo escolar, cuando le hice el favor a Fabiola
de redactar unos versitos para Paco. Se me hizo fácil, acababa de leer a Jaime Sabines
y andaba inspirada. Después llegaron Tere y Anabel, que también querían unos
poemas para sus pretendientes. Confieso que copié un verso de aquí y otro de
allá, pero el resto de los textos no quedó nada mal. Me sentía cupido porque
varios noviazgos se habían logrado gracias a mis poemas.
Tere fue la que tuvo la
idea del fanfic. Habíamos ido en bola a ver la película Cambiando el
destino del grupo Magneto. El cine estaba lleno de adolescentes gritonas
que no podían quedarse quietas en sus asientos. Comimos palomitas, cantamos,
suspiramos y nos repartimos a los integrantes del grupo musical. Tere se quedó
con Mauri, Anabel con Charlie, Fabiola con Alex y Cristina, para asombro de
todas, prefirió a Elías. Como yo tenía los bonos muy altos gracias a mi
reciente papel de cupido pude escoger a Alan, el vocalista de la banda.
“Nosotras podríamos ser
mejores protagonistas que las chavas sosas que salen en la película”, dijo Tere
cuando salimos del cine. Yo no conocía a la mayoría del reparto, sí sabía quién
era Ernesto Laguardia, que interpretaba al mánager del grupo, también reconocí
a “Chachita”, que hizo el papel de la Madre Superiora. Yo creo que por eso nos
pegó tanto la película: nosotras, al igual que las chicas del filme,
estudiábamos en un colegio religioso de señoritas.
La diferencia, claro, era
que ellas sí conocieron a Magneto y nosotras sólo lo habíamos visto en el concierto
que ofrecieron en el Centro de Convenciones, en Siempre en domingo y en
la película. Tere tuvo la idea de que yo escribiera la historia de nuestro
romance con los integrantes de Magneto. Pero no sólo sería un relato de amor, por
qué limitarse, también habría aventuras, acción y música. Como dice su canción,
“vuela, vuela, con tu imaginación”.
Empecé a escribir la
historia en las últimas páginas del cuaderno de Formación de Valores, pero una
vez, antes de salir al recreo, Sor Isabel estuvo a punto de descubrirme. Así
que decidí comprar una libreta sólo para Magneto. Me di cuenta de que la idea
me empezó a obsesionar cuando comencé a buscar todas las revistas de
espectáculos que hablaban sobre el grupo. También me puse a grabar en VHS sus
entrevistas y conciertos. Compré todos los discos compactos que pude encontrar,
desde 40 grados hasta Más. Le pedí a mi papá que me consiguiera una
copia en video de Cambiando el destino. Unos días después regresó con
ella; la había encontrado en las pulgas. Tapicé mi recámara con posters del
grupo y los banderines que adquiría en sus conciertos. Cuando llegaba del
colegio, me quitaba el uniforme y me ponía una camiseta con el logotipo de la
banda -tenía muchas-, desde que me fue encomendada la tarea de la fanfic
había acudido a siete conciertos en cuatro ciudades diferentes. No sé por qué
al principio mis papás me dieron tanto vuelo, fue idea de ellos invitar a mi
prima Rosy para que me acompañara a las presentaciones que tuvo el grupo en
Monterrey, también fuimos a Torreón y Zacatecas. Mi mamá y mi tía Susana
siempre nos esperaban a la salida de los conciertos. A lo mejor nada más era un
pretexto para salir de la rutina, quién sabe.
A mis papás les parecía
gracioso mi apego con Magneto, tal vez pensaban que había llegado a la edad en
que me empezaban a gustar los chicos. Pero mi obsesión era estrictamente
profesional. ¿Cómo iba a contar una historia si no conocía a los personajes? Esta
empresa requería una investigación profunda y seria. Así que indagué en las revisterías
de viejo, también en la hemeroteca del Archivo Municipal y con las fanáticas
veteranas de la preparatoria para conocer los antecedentes de un grupo que,
hasta el año anterior, sólo había sido un pretexto para pasar el rato con mis
amigas.
La amistad también
representaba algunos problemas. Por ejemplo, Anabel detestaba las botas y los
sombreros norteños, justo los accesorios que usaba Charlie, el regiomontano del
grupo. Y Tere sólo había escogido a Mauri porque era güero. Tuve que pasar
horas con ella para conocerla mejor y así lograr que su personaje tuviera mayor
verosimilitud en el relato.
Después de algunos meses
de desvelos y calificaciones regulares, había llenado las cien páginas de la
libreta. La historia estaba lejos de terminar, pero ahí estaban los cinco
jóvenes que se habían topado con el éxito de forma inesperada, algunos incluso
habían tenido que ocultar sus nombres, y el de sus novias, para alcanzar el
sueño de la fama. Hay que decir que sí había escenas que transcurrían a la luz
de la luna, declaraciones cursis (muy al estilo de canciones como La puerta
del colegio o Hacia el sur), pero no faltaron las traiciones ni las
rencillas. ¿Podría ser que Toño Berumen, el mánager del grupo, fuera una
especie de sembrador de discordia para no perder su poder? A este relato le hacía
falta un villano.
Empecé a transcribir el
texto en la computadora. Era muy impráctico pasar el cuaderno de mano en mano.
Eso estaba bien para un chismógrafo, pero mis amigas eran muy lentas para leer,
aunque más de una vez me di cuenta de que Tere se saltaba varias páginas hasta
que encontraba su nombre. Gracias a la computadora pude imprimir varios juegos
que repartíamos por todo el salón. No medí el éxito de la saga, que empezó a
circular por toda la secundaria y también por la preparatoria. Varias chicas me
dijeron que ellas también querían salir en el relato del grupo y me daban
regalos como plumas de colores, borradores con olor, chocolates. Las maestras
comenzaron a confiscar los manuscritos, mis amigas me abrumaban para que
terminara el siguiente capítulo y yo sólo quería que llegara el verano para poder
descansar de Magneto.
Para colmo, llegaron las
calificaciones finales. Hacía mucho tiempo que mi nombre no aparecía el cuadro
de honor, pero fue hasta que mis papás vieron el 7.2 de promedio final cuando
se percataron de los terribles daños académicos causados por mi nuevo oficio.
Se enojaron un montón. Como castigo, se cancelaron los conciertos de Magneto y
me confiscaron los cd’s. También el VHS de Cambiando el Destino y mi
colección de revistas. Me prohibieron, además, desvelarme. Mi uso del teléfono
se limitó a dos llamadas diarias de máximo diez minutos cada una. Yo le contaba
mis penas a Fabiola, la novia de Alex. Ella me recomendó que dejara todo ese
asunto de la escritura: no valía la pena estar castigada por una historia de
mentira. Me pareció una traidora.
No importaba: nada de eso me iba a detener. No podían
quitarme ni las plumas ni los cuadernos. Seguí escarbando en la idea de mostrar
la maldad de Toño Berumen, disfrazada por su extrema religiosidad y sus
vínculos con los salesianos. En las noches, acostada en la cama, me ponía a
cantar mentalmente las canciones del grupo por orden alfabético, poniendo
atención en cada palabra.
Cuando inició el siguiente
año escolar, ya estaba lista para dar cierre a la historia. Pensaba que un
grupo rival podría llegar para tratar de quitarle sus fans y sus novias a los
integrantes de Magneto. Se necesitaba más melodrama. Tal vez Alex tenía un
hermano gemelo extraviado. Charlie podría contraer una extraña enfermedad que
lo dejaba sin voz. El padre de Elías perdía la fortuna familiar en una mala
inversión. Estaba decidida a ampliar el universo de la boyband en nuevos
y emocionantes capítulos. Con una mejor distribución, la historia podría llegar
a otros colegios. Mi prima ya había llevado una parte de los anteriores
manuscritos a su escuela y la recepción había sido buena.
Compartí mi entusiasmo con
mis amigas. Tere me dijo que ahora sólo escuchaba música en inglés. Me preguntó
si conocía a los Backstreet boys, una nueva banda gringa con unos
integrantes muy guapos y güeritos. Fabiola dijo que la historia se dispersaba
mucho con tantas personas, que tal vez lo mejor sería hacer otra y concentrarse
en un solo artista, como Flavio César o Eduardo Capetillo. Anabel opinó que ya
era tiempo de ser más incluyentes: su apuesta eran los grupos mixtos como La Onda
Vaselina y Kabah. Sólo Cristina apoyó la idea de que continuara con el fanfic
de Magneto, pero me di cuenta de que lo decía por lealtad. Después de todo, por
algo su integrante favorito era el desangelado de Elías.
Cuando salí del colegio
regalé todo lo que alguna vez poseí en relación con Magneto. No quería ni
escuchar una palabra acerca de boybands o música pop, pero tampoco iba a
tirarme al piso y escuchar trova o canto nuevo; el trauma no era tan grande. Ahora
lamento no haber conservado ni un solo ejemplar de aquel fanfiction. No
por nostalgia: estoy segura de que, con sólo cambiar el nombre de la banda, la
historia sería un hitazo en Wattpad. ¿Qué acaso no son los covers lo que
hace famosos a los grupos musicales?
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