En noviembre de 2017 viajé a la Ciudad de México para asistir
a la convención de comics más grande del país. No sería la primera vez que iría,
pero sí la primera ocasión que traerían a personalidades famosas de la cultura
pop, así como en las ediciones gringas. Me emocionaba poder conocer a Jeff
Hardy, luchador veterano de la WWE y rey de los lanzamientos suicidas. De niño
quería ser luchador y me la pasaba hablando e imitando los movimientos de los
luchadores junto con mis amigos, hasta que un día en el salón, aprovechando que
la maestra había enfermado y estábamos a cargo de un director ausente,
construimos una pirámide de mesas y como acto final, en mi papel de Jeff, me
lancé desde la cima hacia un compañero que esperaba el impacto acostado en el
escritorio. Como no éramos profesionales, él se quitó de último momento y yo
con mi débil brinco apenas alcancé la orilla del escritorio, lo cual me dejó un
brazo roto. Desde ese día me retiré de los encordados imaginarios y me dediqué
sólo a verlos por televisión.
Otro de los invitados que me emocionaba con
su visita, más por nostalgia infantil que por verdadera idolatría, fue Jason
David Frank, el Power Ranger verde. Tommy era el personaje que todos los niños
querían ser cuando jugaban a ser justicieros de colores y enfrentar a monstruos
espaciales. Yo le perdí la pista a Jason cuando dejó sus trajes y se convirtió
en peleador de MMA. Por ello y por mi precaria economía de estudiante, decidí
no pagar 50 dólares por una foto con él.
Llegué a la Ciudad de México el viernes
por la mañana. Por lo general prefiero viajar de noche para no perder horas del
día sentado en un autobús o en la sala de un aeropuerto, aunque me sea
imposible dormir en vehículos en movimiento. Después de dejar mis cosas en el
Airbnb y un baño rápido, tomé un Uber hasta el World Trade Center. Ese día me
dediqué a buscar los cómics que en Saltillo sería imposible encontrar. Como
buen comprador, primero di un vistazo rápido a los puestos, identificando los
volúmenes que quería y comparando precios. Al final del día ya tenía un montón
de cómics que ni siquiera buscaba.
Salí del WTC y tomé un taxi hacia el
centro. Aún era temprano, así que decidí comer en un Subway y caminar un rato por
las calles principales para jugar Pokémon Go. Un par de horas después comenzó a
oscurecer, por lo que caminé al departamento. Ahí desempaqué mis cómics y los
guardé en la maleta con los cuidados de un nerd para que no se maltrataran,
tomé un baño y pedí una pizza. Mientras cenaba, leí el folleto de actividades
de la convención para el día siguiente. Por lo general el sábado es el día
fuerte en cuanto a actividades. Desde muy temprano habría conferencias de las
personalidades invitadas, comenzando por la de Jeff Hardy. Todas eran
gratuitas, pero se necesitaba una pulsera ya que la entrada sería limitada, por
lo que imaginé que, para obtenerlas, las filas serían largas. La ventaja era
que sólo para dos conferencias era necesaria una pulsera: para la de Jeff y
para la de Jean Claude Van Damme.
Conocía a Van Damme más por los
comentarios de mi papá que por sus películas, de las cuales a lo mucho había
visto un par. Para mí era el legendario peleador de artes marciales y hasta
ahí, por lo que no había prestado mucha atención a su presencia en la
convención. Su conferencia sería la última del día y presentaría dos capítulos
de su nueva serie. En el folleto decía que la entrega de las pulseras para
ambas conferencias empezaría a la misma hora y mi alarma oportunista se
encendió: si llegaba temprano, alcanzaría para ambas.
Por la mañana, al llegar al WTC, me
encontré con que la fila tenía ya varios pliegues. Mientras esperaba, leí en
redes sociales que hubo gente que había acampado en la entrada desde la noche
anterior, por lo que temí que me quedaría sin pulseras. Y así fue, apenas había
pasado una hora desde que la fila comenzó a avanzar cuando nos dijeron que las
pulseras se habían agotado. Preferí no unirme a la multitud inconforme que alegaba
merecer una pulsera solo por haber hecho una fila y entré al edificio.
Después de caminar un rato entre los
locales y escuchar de fondo los gritos de quienes convivían en ese momento con
Jeff, pensé en algo. Revisé el folleto con los horarios y, antes de la
conferencia de Van Damme, había otra para sin la entrada restringida. Anduve
paseando hasta que llegó la hora de esa conferencia. Subí y entré a la sala.
Estaba casi vacía, por lo cual fue sencillo encontrar un lugar hasta en frente.
Mi plan original era quedarme ahí después de que finalizara la plática con un
ilustrador de comics francés que no conocía, pero cuando comenzaron a
desalojarnos, tuve que improvisar. Del lado donde me había sentado había una
salida de emergencia y, por lo que había visto por fuera, las salas solo tenían
una entrada, lo que significaba que esa salida debía dar a otra parte del
complejo. Abrí la puerta y me recargué del otro lado. Casi de inmediato, pero
tarde para evitar que cerrara, recordé que ese tipo de puertas solo se abren del
interior, por lo que ahora estaba atrapado en un pasillo gris sin saber cómo
volver a la sala. Comencé a caminar en dirección a la que suponía quedaban los
camerinos o el backstage. Comencé a escuchar voces y al llegar al final,
alcancé a ver al ilustrador francés entrar en una de las puertas que se
encontraban en el pasillo perpendicular al de la salida de emergencia. Di la
vuelta al gafete que servía de entrada a la convención y preparé el discurso de
ser un miembro del staff desorientado para no meterme en problemas si me
encontraban deambulando por ahí. Caminé y di con la salida hacia el escenario,
al acercarme noté que el ruido de las voces era algo intenso, lo que
significaba que la conferencia de Van Damme estaba por iniciar. Me alejé del
escenario y caminé hasta la puerta que estaba junto. En mi mente, esa puerta
debía dar al cuarto de limpieza que estaba junto a los baños, por lo que entré sin
explorar más allá.
Del otro lado no había otro pasillo gris
como lo construí en mi mente, sino una gran sala iluminada, con sillones, una
mesa con catering que incluía agua, mariscos, fruta picada y lo necesario para
preparar café. Al fondo había una puerta que señalaba un baño (no me había
equivocado del todo) y una entrada hacia otro salón. Caminé hacia ella, la crucé
y del otro lado me encontré con un tipo un poco más alto que yo, vestía jeans
azules, una playera negra y gorra. Sus músculos se notaban incluso a la
distancia:
–¿Van Damme?
El
tipo volteó y mientras se ponía unos lentes oscuros, dijo que sí:
–¿What
are you doing here? –Me preguntó. A pesar de mi intromisión, no parecía molesto.
–
I got lost. It’s supposed to be in your presentation…
–
Oh, the presentation! Lets go, this is the way.
Antes de salir le conté que mi intención era
entrar a verlo, pero que ya no había alcanzado entrada. Él me dijo que ya no la
necesitaba. Le dije que me parecía increíble que verlo a él fuera gratis
mientras que otros cobraban por una foto. Me contestó que algunos actores no
ganaban lo suficiente o no querían tanto a sus fans y por eso lo hacían. Al
abrir la puerta, del otro lado, escuchando, estaba Jason David Frank.
–What
did you say? –Preguntó Jason, visiblemente molesto.
–What
you heard. –Contestó Van Damme.
Era sabido que ambos habían tenido ciertos roces
años atrás, incluso uno había retado al otro a un duelo de artes marciales,
pero la cosa nunca se concretó. Jason caminó y Van Damme se apartó lo
suficiente para dejarlo entrar. El exPower Ranger cerró la puerta. Lo que
siguió no necesitó de palabras: Van Damme retrocedió cuatro pasos y comenzó a caminar
lateralmente mientras hacía un semicírculo. Jason lo imitó. Dieron pasos
laterales hasta que se encontraron en el lugar opuesto a donde habían iniciado.
Ambos subieron la guardia, dieron un paso hacia el centro y comenzaron a
combatir.
El primero en atacar fue Jason, con una front
kick. Van Damme la esquivó con un movimiento lateral y lanzó un crochet.
El otro bloqueó y contraatacó con un cross. Van Damme lo desvió y lanzó
un golpe de codo. Jason cabeceó, retrocedió y dio una back side kick. El
belga bloqueó la patada cruzando los brazos y retrocedió. Dio tres pasos
laterales y avanzó con una serie de side kicks. Jason caminó hacia atrás
hasta chocar con la mesa, lo cual lo distrajo y recibió una patada en el
abdomen. Se dobló y cayó junto con la mesa. Van Damme se acercó para decirle
algo, pero Jason lanzó un sobre de azúcar contra sus ojos. Van Damme se llevó
las manos a los ojos y gritó. Su oponente aprovechó la distracción y se acercó para
asestar una patada frontal. Van Damme no alcanzó a bloquear y cayó sobre sus
rodillas. Jason intentó dar el golpe final con una heel kick,
En ese momento mi sentido de justicia me hizo
intervenir, recogí una botella de agua que cayó cerca de mis pies, bebí un
sorbo, tomé a Jason del hombro, lo giré hacia mí y le escupí el agua hacia sus
ojos. Los dos quedaron en la misma situación momentáneamente. Se abrió la
puerta y entraron los asistentes de ambos actores, justo en el momento en que
Van Damme lanzó una 360 spin kick sobre el rostro de Jason.
No pude ver lo que pasó después porque me
sacaron del lugar. Mientras me alejaba, escuchaba gritos en la sala. Busqué la
salida al escenario y discretamente bajé para buscar un lugar. Minutos después
un miembro del staff salió a decir que había un cambio de planes y que
proyectarían primero los dos episodios de la serie y después Jean Claude saldría
a responder preguntas y firmar autógrafos. Pasaron 90 minutos y al finalizar el
segundo capítulo, Van Damme salió por donde yo había salido antes, sonriendo y
saludando al público. Incluso con la energía suficiente para dar una patada
giratoria. El lugar explotó en gritos. Durante unos 40 minutos se dedicó a
responder preguntas y, al finalizar, dieron una serie de números (los cuales
estaban impresos en las pulseras) de quienes serían los ganadores de un
autógrafo del artemarcialista. No salí y me senté en una de las filas cercanas
al escenario. Después de varios minutos de firmar, Van Damme alzó la vista, me
miró y se levantó gritando que me acercara. Subí al escenario, tomó uno de los
posters de su serie, lo firmó y me lo entregó. Después se puso de pie, me dio
un abrazo y nos tomamos una foto.
–
That trick… you should be a wrestler! –Me dijo antes de despedirse.
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