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La Ilíada mexicana, por Jesús Humberto González


  

1926
San Giovanni Rotondo, Italia
Pío es un fraile capuchino con barba larga y pelo corto. Lleva tres años recluido entre las paredes de su celda. Esto inició cuando se difundió que Pío tenía estigmas. El Padre y psicólogo Agustín Gimelli fue a visitarlo. Como no llevaba permiso escrito para examinar sus llagas, Pío se rehúso a mostrárselas. El psicólogo Agustín escribió después un artículo en el que afirmó que las heridas eran de naturaleza neurótica. Con base en ello, el Santo Oficio hizo un decreto para prohibir las visitas al padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. El capuchino estaría ahí aislado del mundo exterior durante siete años más.
Pío fue un niño diferente: callado, enfermizo, que prefería aprender y rezar a jugar. En ocasiones elegía dormir en el piso de su casa y como almohada usaba una piedra cuadrada.  En la infancia sufrió lo que él llamaba “encuentros demoníacos”, amigos y vecinos testificaron que varias veces lo vieron pelear con lo que parecía su propia sombra.
Estas luchas continuarían golpeándolo por el resto de su vida.

 Torréon, Coahuila, México.
El general retirado, Enrique Gorostieta está en su casa con su esposa “Tulita” Lasaga, sus hijos Enrique de un año y Fernando, recién nacido. Gorostieta lee atento algunos periódicos acumulados en su escritorio. El Imparcial: “Manifestación de cien mil católicos”, “Ayer quedó definitivamente decretada la suspensión de culto, el día 31 de julio entró en vigor la Ley Calles, “Comienza boicot económico organizado por la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, “La Liga recolecta millones de firmas para pedir una reforma constitucional.” 
Le dio un vistazo a las esquelas del Padre Miguel Pro y su hermano Humberto. Vio con detenimiento las fotos del señor Pro asistiendo al fusilamiento de sus hijos, la foto de Humberto con el pecho erguido y la mirada al frente en el momento de su ejecución. “Acusados de atentar contra Obregón” dice al pie. Excelsior: “El gobierno responde a la huelga de culto público con la prohibición del culto privado, arrestan a sacerdotes. Se presentan motines, zafarranchos y los levantamientos armados se multiplican”.  El Universal: “La CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana) fundó una iglesia cismática. Nombran a Joaquín Pérez el papa mexicano”. Pobre viejo, se ve cansado, pensó Gorostieta al ver la foto. Dejó los periódicos y reviso las cuentas de su negocio de jabones.

             1927
La Liga había convocado a un levantamiento general para enero de 1927. Un par de meses después, Gorostieta ve fotos de los resultados:  Cadáveres en el suelo, fusilamientos, muertos en combate, colgados, cabezas decapitadas. El presidente Calles masacraba al pueblo en una guerra civil. Algunos oficiales de la federación llevaban a sus tropas al combate gritando “¡Viva nuestro padre Satanás!”. El coronel Mano Negra, connotado verdugo, murió gritando: “Viva el gran Diablo!”.
Para junio los cristeros ya eran veinte mil, operando espontáneamente y sin organización.

Junio 22, México
 Es de noche cuando Enrique Gorostieta está en su despacho, sentado frente a su escritorio. Se alisa el bigote, mientras piensa en el hijo que perdió, en la hija que anhela tener. A sus cuarenta años se siente decepcionado del trabajo en su jabonería. Recuerda su rápido ascenso de artillero a general. Ve con nostalgia la pared a su lado, donde están colgados los galones y las medallas. Las que había ganado en campaña al lado de Huerta contra Orozco y después junto a Felipe Ángeles contra Zapata. Él, que había participado en la defensa de Veracruz contra los norteamericanos, reducido ahora a fabricar jabones.  Detestaba al régimen en el poder y,  aunque simpatizaba con la causa de los cristeros, pensaba en que tenía poco en común con ellos: Se decía a sí mismo que él era un liberal agnóstico, jacobino y masón.
Unos segundos antes, casi de manera simultánea, Pío se encontraba absorto rezando en su celda en San Giovanni, cuando de pronto se sintió trasladado al despacho de una casa. Había ahí un hombre cabizbajo alisándose su bigote, sentado en una silla frente a un escritorio y a su lado una pared con medallas militares.  
Gorostieta levantó la cabeza y vio frente a sí a un fraile capuchino de barba larga. Le sorprendió no haberlo escuchado entrar. El monje le preguntó por sus hijos pequeños, Enrique y Fernando. Gorostieta supuso que al padre lo había enviado alguno de los sacerdotes que conocía. Luego, se extrañó cuando el Capuchino le dijo que al año siguiente Tulita y el iban a tener la hija que tanto deseaban. Gorostieta quedó más atónito cuando el fraile expresó con exactitud lo que él estaba pensando: en lo aburrido de su trabajo y en su entusiasmo por ejercer sus habilidades militares. El padre Pío se sintió inspirado en persuadir a Gorostieta para que dirigiera las tropas dispersas del movimiento Cristero en el que pensaba momentos antes. Lo convenció para que ambos se reunieran en septiembre con los líderes de la Liga.
Pío salió por la puerta y desapareció, segundos después estaba en la Ciudad de México en una reunión de los líderes de la Liga. Ahí, logró convencerlos de invitar al retirado General Gorostieta a encabezar su movimiento. Al terminar, el padre Pío retomó, en su celda de San Giovanni Rotondo, la oración que dejó a medias.

               ***

21 de septiembre. Es el día de la reunión con la liga y el movimiento. La mañana esta fría, Gorostieta viste un abrigo largo de botones, un sombrero con banda e insignias, botas militares, un cinturón con balas y al pecho una cruz. A su lado derecho está el padre Pío, quien les dice a los soldados cristeros en perfecto español: “El amor y el miedo deben ir unidos, el miedo sin amor se convierte en cobardía. El amor sin miedo se convierte en presunción. Cuando hay amor sin miedo, el amor corre sin prudencia y sin restricción, sin preocuparse por dónde va. Ustedes tienen una causa y un lema que amar: ¡Viva Cristo Rey!”
Gorostieta piensa “este es un país de incurable caudillaje” y luego les dice a los hombres: “La Liga ha determinado nombrarme Jefe Militar del movimiento Libertador y, en nombre de la nación, me ha investido de las facultades necesarias en Hacienda y Guerra para cumplir con la ardua misión que me ha encomendado. Ella responderá ante la nación, ante la Historia y ante Dios de por qué me ha designado a mí”. Dijo esto último al voltear hacia donde estaba el padre Pío, quien había desaparecido de su lugar…  y de cualquier otra parte de México. 

              1928
 Enrique Gorostieta hace pruebas en pequeñas regiones. Sus tácticas le dan resultado y se extiende rápido. Su zona de influencia llega a seis estados del centro oeste.
 Gorostieta recibe una carta que le envió Tulita. Dentro del sobre venía una fotografía de su hija Luz María que ya tiene seis meses. Él no se imagina que jamás la conocerá en persona.
 Ese día, el jefe Gorostieta escribe a sus subordinados:Soy militar, conozco y siento la alta misión que me corresponde desempeñar en estos esfuerzos que la patria hace para recuperar sus libertades, y desde hace más de un año he abandonado todo, hasta lo que hay de más caro para el corazón del hombre y no puedo retroceder ante la orden que me impone la representación nacional…”

                                                               1929
Marzo. Los Generales federales Manzo y Escobar, con veinticinco mil hombres, se rebelaron contra el gobierno del Presidente Portes Gil y su jefe Calles. Pretendieron aliarse con los Cristeros, pactando con Enrique Gorostieta. Él desconfió de ellos, aunque pensó que era una oportunidad de obtener lo que más necesitaban: Las municiones que los federales guardaban en trenes. Gorostieta ordenó atacar los vagones. 
Al enterarse de esto, Calles se hace nombrar secretario de Guerra, junta treintaicinco mil hombres para aplastar en la batalla de Jiménez a los ejércitos de Manzo y Escobar. Calles también manda bombardear los trenes con municiones, tres escuadrillas de aviación y seis regimientos de artillería de montaña a Jalisco. Al frente está el Capitán Primero Luis Farell Cubillas, experimentado piloto aviador originario de San Pedro de las Colonias, Coahuila. El presidente Emilio Portes Gil recién le había obsequiado un avión biplano WACO modelo 10 con matrícula 4380. Cubillas vuela el día de la misión en su WACO, junto a su amigo inseparable Roberto Fierro.  Los demás pilotos aviadores de la FAM vuelan en los aviones de Havilland DH-4B No. 2, 5, los Avro-Anáhuac No. 59, 61, 65 y 77.
Antes de llegar a donde están los trenes por destruir, los pilotos federales Farell Cubillas y Roberto Fierro, ven en el cielo la figura enorme de un monje barbudo, con las manos en alto. En ese momento las bombas se desenganchan solas, caen -sin explotar- en una zona arbolada cercana a los Altos, Jalisco. Los aviones dan la vuelta contra la voluntad de los atónitos pilotos al mando de Cubillas. Cuando dan parte de lo acontecido, algunos militares se ríen de ellos.  Calles les ordena a los pilotos que no le cuenten a nadie lo sucedido.
Gorostieta reflexiona: “No sé cómo va a terminar esto. El gobierno no podrá vencernos mientras el culto esté suspendido y nosotros no podemos acabar con él; existe una especie de equilibrio”.  Gorostieta considera las elecciones presidenciales como una salida posible. En enero había contactado a Vasconcelos, el candidato independiente. Vasconcelos le mandó decir que se verían al día siguiente de las elecciones, para que el general le diera el apoyo militar. Gorostieta se decepcionó.
Mayo 16. Carta de Gorostieta a su mujer.
Amada Tulita:
“Nuestro movimiento ha tomado tal fuerza y el gobierno está tan de capa caída, que ya andan haciendo esfuerzos para localizar a las familias de los que andamos en el campo, a fin de ver si de esa manera logran reducirnos, ya que no lo pueden hacer por medio de las armas.… Creo que mi deber es hacer del conocimiento de ustedes, que vamos a sufrir en los próximos meses la más dura prueba de toda esta epopeya. Tenemos que hacer frente a una agudísima crisis que señalará nuestro triunfo o nuestra derrota, y se hace necesario que todos pongamos el máximo esfuerzo y aprontemos mayor ayuda.
Hoy he escrito a la señora, recomendándole que te ayude para que estés perfectamente escondida y rogándole que nadie, sin excepción, sepa dónde te encuentras ni hablen contigo. No flaquees por nada. No confundas los triunfos efímeros con los definitivos y fíjate en que la causa que defiendo es la del honor y la justicia, y que esto es independiente del resultado final. Yo comprendo que será una nueva prueba para ti, pero confío en tu fortaleza de espíritu y abnegación para el sufrimiento, para que la soportes y con ello corones la obra de amor y dulzura con que has sabido hacerme tuyo en lo absoluto.
Creo firmemente que esto no ha de durar mucho y que pronto podremos reunirnos para siempre y entonces verás lo que en mí ha logrado tu conducta. Tú, por razón natural, vivirás más que yo y acuérdate de lo que ahora te digo: con mi esfuerzo, sea cual fuere el resultado práctico de esta lucha, ya he logrado un verdadero nombre para nuestros hijos. Postdata: Sigue al pie de la letra lo que se refiere a tu reclusión. Que Dios te bendiga”.  Siempre tuyo, Enrique G”.
Junio. Gorostieta se oponía con fuerza a los acuerdos de paz. Sabía que era un ardid para que Vasconcelos perdiera la elección. Expuso sus razones en un documento que escribió y solicitó a la Liga que lo hicieran llegar a las personas de la Santa Sede que negociaban con el gobierno de Portes Gil.
Un oficial, infiltrado en el circulo de Gorostieta, informó al Ejército Federal de la presencia del general en Atotonilco. Ahí lo asesinaron en una emboscada el 2 de junio de 1929. Faltaban diecinueve días para la firma de los acuerdos de paz entre el presidente interino Emilio Portes Gil y los líderes del grupo conciliador de la Iglesia. Tras las negociaciones, ya sin Gorostieta, el gobierno no respetó los términos y hubo fusilamientos de forma indiscriminada.




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