Tiene
las manos agrietadas de tanto lavar trastes y trapear.
Antier,
ayer, hoy, ¡qué más da! En cuarentena todos los días parecen repetirse, las
actividades de la casa son muchas, rutinarias y a veces pesadas. Ya no sabe si
entra a la cocina a preparar la cena, la comida o sólo va por una manzana.
En
medio de la inercia, recuerda que no terminó de lavar los trastes, así que ¡manos
a la obra! Decidida, olvida por un instante el cansancio, respira y toma
fuerzas para seguir. También toma el envase del jabón líquido, ese verde que
arranca la grasa desde antes de tallar, vacía una buena cantidad en un bote, lo
pone bajo el grifo y lo rellena de agua. Con la otra mano toma el estropajo y
empieza su labor. Primera parada: Lavar media docena de platos grandes.
De
pronto, una canción que proviene de su celular y se reproduce en el estéreo
suena con fuerza. Con las manos enjabonadas, se aproxima al aparato y aumenta
el volumen.
Se
escuchan los acordes de un tema en concierto, los aplausos de la gente y una
voz femenina que, con marcado acento “pocho”, da unas palabras antes de
iniciar: “Me gustaría dedicar esta canción a todos ustedes, porque ustedes la
hicieron un éxito, el primer éxito para nosotros aquí en los Estados Unidos igual
que en México. Espero que la recuerden”, es Selena Quintanilla, quien con
sentimiento casi recita: “Como la flooooor / con tanto amoooooor….” Se escuchan
las voces de miles de personas que la siguen a coro y gritan:
“Me
diste túuu / se marchitóoo / me marcho hoyyyy / yo sé perdeeer, pero /aaaa aaaa
aaaaayyyy / cómo me duele/ aaaa aaaa aaaaayyyy / cómo me duele”.
Con
“Como la Flor” el cuerpo siente el llamado a bailar y la cocina se transforma,
ahora es el escenario del Astrodome de Houston, Texas. Hasta donde alcanza la
vista hay butacas llenas de fans incontenibles que, en medio de la oscuridad, encienden
pequeñas linternas y las mueven mientras cantan emocionados.
Es
el 26 de febrero de 1995, se siente la euforia de las más de 67 mil personas
ahí reunidas que corean los temas de La Reina del Tex-Mex en el que sería su
último concierto, antes de morir asesinada, pero esa es otra triste historia. Ahora
todo es euforia y sentimiento.
Con
una cuchara como micrófono y las manos llenas de burbujas, el chongo cambia por
una abundante melena negra que ondea con alegría. Los jeans y la blusa de
gatitos se transforman en el memorable traje de una sola pieza color morado con
cuello halter que deja ver las curvas de una mujer que, a sus 23 años, enloquece
a miles. Con maestría baila y gira rítmicamente sobre unos altos zapatos
plateados de tacón de aguja, que antes fueron unos tenis Panam.
Durante
varios minutos, ella olvida el cansancio, los trastes, los deberes y la cuarentena.
En este momento, junto a Selena, como una sola persona, recibe los aplausos, se
mueve en el escenario con los bailarines y con Los Dinos, “cede” el micrófono a
sus fans que corean cada estrofa de esa canción. Es una presentación de
ensueño, llena de emoción, sentimiento, ovaciones y baile, mucho baile.
Termina
el himno al amor propio y mientras ambas agradecen, la estrella regresa a su
trono musical; la mujer, renovada y llena de alegría, retoma en la cocina su
jabonosa labor, mientras recuerda que tener el disco Selena Live: The Last
Concert no sólo es una mezcla de emociones, ¡es una declaración de
fortaleza femenina y alegría en estos tiempos difíciles!
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