Para Eslava
Me enamoré de Alacrán a pesar de su fama de asesino, venenoso y
depredador nocturno. No sé si fue por la caricia de sus pedipalpos quelados en
mi cuello, o los piquetes que me daba con el aguijón de su cola amarilla en mis
nalgas cuando hacíamos el amor, o la intensidad de su fluorescencia.
–Así papi, así cógeme, dame más fuerte.
–Eres mía, cabrona, de nadie más.
¿Quieres coger con un hombre?
–Qué dices, tonto. Sólo te quiero a
ti–, aseguré mientras me inoculaba aquel cóctel de feniletilamina, mezclada con
dopamina más andrógenos y estrógenos, que circulaba en la neurotoxina de sus
fluidos lechosos y blanquecinos.
–Ay de ti si me entero, mamita.
En el clímax lo llené de mi olor a pan
recién horneado y a mi sabor a pescado zarandeado. Le fascinaba. Sí. Así de
rica estoy. Gracias a él mi angustia de morir joven desapareció. Nuestra casa
se mantenía libre de insectos, roedores, lagartijas y principalmente libre de
cucarachas. Mi blatofobia insuperable. Con Alacrán me sentía todopoderosa, la
gente me miraba con respeto e incluso aprendí a volar.
–Esta noche te quiero presentar a una pequeñísima parte de
mi familia, amor. Somos cerca de 1917 especies, 163 géneros y 20 familias.
–Alacrán, ¿en serio? Me vas a hacer el
honor de presentarme a mi familia política.
–Sé que se van a querer mucho. Dame un
momento. Voy por ellas. Llegaron de León, Guanajuato.
–¿Ellas?
–Solo sobrevive mi madre y una hermana
de los 20 que nacimos. No te muevas de aquí. No me tardo. Las invitaré a bajar
del sahuaro.
–¿Desde cuándo están ahí? Deben estar
sedientas y hambrientas. Hazlas pasar de inmediato.
–No te preocupes, pueden sobrevivir sin
agua y alimento hasta por un año.
No quiero conocerlas. Tengo una
corazonada. ¡¿A qué hora vamos a coger?! Debí hablar sobre la separación desde
que comenzamos esto. A ver, tranquila, Aracné, respira, piensa en otra cosa. No
tengo buena experiencia con mis exsuegras ni con mis excuñadas. Lo sabes. Me
odian. A ver cómo me va con estas alimañas. Si les caigo bien sería la
excepción. Voy a actuar normal. Ahí vienen.
–Madre, ella es… ella es... Aracné
Doré, mi esposa.
Como todo amor prohibido, Alacrán y yo
nos habíamos casado a escondidas.
–Qué gusto, Aracné. (Silencio incómodo.
Mirada incómoda). Hijo, tienes muy descuidado el jardín. Necesitas más piedras,
hojarasca y cortezas de árbol. Falta humedad.
–Mucho gusto, señora. Está en su casa–,
dije por cortesía.
–Olvidé unas fotografías en el cajón
del escritorio, Alacrán–, espetó la hermana cuando entró a la casa sin
saludarme.
Pinches güeras venenosas. Hicimos un
corto circuito. Ni loca me acerco a sus colas. Sus pinzas dan miedo. Ya quiero
que se vayan.
–Alacrán, te voy a dejar a mi mamá 15
días porque voy a hacer una expedición a Viesca, Coahuila, con unos
biólogos.
–Hermana querida. Qué felicidad. Así
que tendré a las dos reinas de mi vida en mi casa. Algo muy bueno hice en mi
otra vida para tener este privilegio. Las voy a consentir mucho, ya verán. No
tienes problema, amor–, me preguntó mi mal bicho.
–¿Cómo crees? Para nada. Bienvenida sea
a este hogar. ¡Celebremos! Mire, le tengo un regalo, un suéter que yo
misma tejí. Espero que le guste.
–Y... cuándo nos vamos a Real de
Catorce, hijo–, preguntó la adorable madre de Alacrán ignorando mi regalo.
–Hablemos de ese asunto en otro momento,
madre.
¡Cómo que van a viajar a Real de
Catorce sin mí! Qué misterios esconde este hijo de su tóxica madre.
–Ustedes son gente cerrada. Gente de rancho. Qué van a saber de amor si
nunca han besado a una viuda negra.
–Hija, nos preocupas. Nunca te habíamos
visto así. Estás apendejada. Qué te está dando ese cabrón ponzoñoso.
–No tengo explicación, mamá.
Simplemente lo necesito.
–Estás envenenada, hija mía, abre los ojos.
Esto no me da buena espina. Y cómo está eso de que ahora su mamá vive con
ustedes.
– La señora duerme en medio de nosotros
como una diosa. A veces imagino que es un vinagrillo gigante.
Mi cuñada murió. Un pendejo la pisó. No hubo funeral porque la familia
no lo acostumbra. Tampoco hubo lágrimas. Pero, desde entonces, Alacrán no es el
mismo. Y su mamá es insoportable, inmortal y chantajista. Me duele aquí. Me
duele allá. Tráeme esto. Tráeme aquello. Ustedes no me quieren. Qué van a hacer
cuando me muera. Su madre lleva la batuta en las dinámicas hogareñas y no
hay poder arácnido que la contradiga. Me enteré por mi amiga Araña Patona de
Casa que mi Alacrán anda de cabrón con Tarántula Terciopelo Negro. Por eso dejó
de brillar para mí. Si a mí se me ocurre salir a tomarme unas copas con mi
amigo Alacrán Café Esbelto, él me amenaza con envenenarme con el aguijón de su
madre. Con temor puse al tanto de mi incómoda situación a la vecina Serpiente
de Cascabel. Desde el sahuaro, mi suegra, doña Infamatus, espía mis
movimientos. A esta hora del día ya no estoy aquí. No dejó marca en mi cuello.
Aracné Duré fue ingresada a este nosocomio con taquicardia, palidez,
angustia, movimiento involuntario de los ojos, excitación psicomotriz, vómitos
incoercibles, somnolencia y taquipnea. El médico de guardia solicitó Rx de
tórax.
–Mi hija está envenenada, doctor.
–El diagnóstico que dio el médico de
guardia fue estrés por enamoramiento.
–No. Mi hija fue picada por un Alacrán
Infamatus Rayado Centruroide.
–Imposible.
–Ella está muerta en vida, doctor.
Póngale antiveneno. ¡Se me muere mi hija! ¡Que alguien me ayude!
Fecha del deceso. 14 de junio. Hora. 3 de la tarde.
Alacrán recuperó su fluorescencia. Viajó ligero a Real de Catorce con su
mamá y su nueva amada Tarántula Terciopelo Negro. Se llevaron la producción de
la bacanora Aracné Duré. Eso les permite vivir sin problemas. Cada noche, antes
de dormir, Alacrán y su madre –como dice la canción– ¡brillan tan lindo bajo la
Luna llena!
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