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CUATRO DECESOS, por Elena Gómez


Se echó como perro
bajo la sombra del huizache.
Desde ahí, observa las señales del tiempo
que se vuelven transparencias acuosas del alma.
Percibe sus retazos,
enmudece.

No quiere emitir sonido.
Le duele la sombra / paraje oscuro donde duerme solitaria.
                                                             
El victimario supo acallarla bien.

Mi voz / loba esteparia parturienta,
aúlla a los pies de la ventana.
Masca un trozo de vidrio hasta pulirlo como guijarro de río viejo.

Nada la anima.
Nada.

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