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Las películas extranjeras, por Raúl Lemuz

Dentro del tanque del excusado guardo una pistola nueve milímetros. Pagué dos mil pesos y un juego de sillones semi nuevos por ella. Mi dealer de planta me aseguró que funcionaba a la perfección: Ya está calada, tiene dos muertos encima. Supuse que no debía probarla, dos muertos encima me parecieron suficientes para no dudar de su letalidad. 

La idea de guardar ahí la Nueve Eme, como yo la llamo, la tomé de una película extranjera de los años ochenta. No recuerdo si es italiana o francesa, pero es rara como todas las que se producen en el viejo continente. En el filme un hombre calvo y con bigote esconde de su esposa una revista pornográfica cubierta por una bolsa de plástico. Un día su hijo, un adolescente, encuentra por error la revista y queda maravillado por las imágenes. Después de aquel descubrimiento, el hijo no puede parar de entrar al baño, echar una mirada a las revistas y tirarse una paja. El desenlace de la película es fatal. El adolescente está enganchado a la revista igual que lo está el padre. Pero el hijo es inexperto y se descuida. La madre nota el comportamiento inusual del hijo que frecuenta con más regularidad el baño y permanece más tiempo en él y un día decide entrar sin avisar y lo encuentra con la pinga tiesa y la revista entre las piernas. La madre quema la revista y manda al hijo a un internado a que lo pongan en cintura. El padre se hace de la vista gorda. Fin de la historia.  

Desde el día en el que vi esa película, hasta el día en que metí en una bolsa de plástico a  la Nueve Eme y la puse dentro del tanque del excusado, sacié mis ganas de hacer uso de lo aprendido y utilizar aquel escondite. Y es hasta este momento en que vivo con mi esposa y escribo este texto que he comprobado que dicho escondite es excepcional. Mi mujer, después de dos años viviendo juntos, aún desconoce la existencia de la Nueve Eme. 

Y me gustaría agregar que no tengo nada porque preocuparme, mis amigos, los amigos de mi esposa y los amigos de nuestros amigos son personas normales que nunca levantarían la tapa del tanque del excusado para mirar que esconde uno ahí dentro. Personas muy distintas a mí, claro está. Porque yo lo primero que hago al entrar a la casa de un desconocido es pasar al baño y levantar la tapa del tanque del excusado para mirar ahí y asegurarme que no he entrado a la casa de un maniático sexual o de un asesino en potencia. 

 

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