Ir al contenido principal

MATERNIDAD, por Elena Gómez de Valle



vaca                madre
novilla            primeriza

cargada-preñada-cubierta      
grávida-embarazada-gestante-encinta
la-chingadapanzonaentripadagorda

            n u e v e   m e s e s

el cuerpo se deforma  engorda   se redondea   pesa   vaca

inhala / retiene dolor   puja / exhala

muge               gime

becerro            hijo

desciende
dolor
entra en la pelvis
dolor sordo
el hueso se quiebra en dos
dolor
gira en el conducto
dolor
la carne y el pellejo del canal se dilatan
se coronan la cabeza y las pezuñas        se corona la cabeza
los músculos del suelo pélvico se desgarran
como en un rastro
hembra y mujer se despojan
de    agua   sangre   líquido amniótico    placenta    cordón
tejido muerto              vida
la vaca, brama
la madre cierra los ojos, suspira
la pantera, ruge
             
echó cría            dio a luz            mató a la muerte

mamíferas          parturientas       piltrafas           panteras

recipiente usado                              trapiche inservible        
sharpei: los pliegues de la piel de tu abdomen cuelgan

depresión postparto-confusión-impotencia
ignorancia-temor-incomprensión
¡Callen! ¡Déjenme sola!  ¡No me toquen!
Quiero a mamá
el intestino se constriñe

ternero            bebé
berrea         chilla de hambre    busca el pezón
vaca                mamá
ubre                 mama
fiebre
invasión de hormonas-prolactina
alveolos producen leche
oxitocina produce leche
imaginar su carita produce leche
baja/viaja por conductos hacia los senos
el hormigueo arde/quema por dentro
fiebre
dolor   calor
calostro       hilo graso amarillento/placebo para el lactante
la mandíbula y la lengua ejercen presión en el pezón

los entuertos -truenos y relámpagos uterinos- las hacen retorcerse por fracciones de segundo

            empiezan a remendarse los retazos internos

el neonato mama
así    vocaliza mudo
así    drena la leche celeste
leche dulce grasa
tibia reconfortante
dulce alimento del cerebro
grasa para la ingesta
sangrado         grietas  dolor  
grietas sangrantes que se curan con leche,
gotas blancas chorrean del pezón
la cría y el bebé huelen a jocoque
y la vaca-mujer-pantera huele a nido

            insoportable idea

las cosas, el útero, las vísceras y la angustia

            no serán como antes
nadie me dice
                       sola me percato

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Secuencia de un instante, por Daniela Méndez Vega

Desde mi cama, veo por la ventana un globo que escapa, es de un color difuso. Mis venas están hinchadas, huele a orines. A mi vecina de cuarto le hacen diálisis, sus hijos tragan lágrimas y respiran apretado. El sabor de la gelatina no me quita lo amargo de la lengua.  Retrocedo a un tiempo de imágenes indefinidas, a un invierno de sonidos pretéritos, que regresan como fragmentos y vuelven a ser los mismos. Todo empieza, desenredo mi memoria. Tenía 15 años cuando me acostumbré a la violencia, a los silencios y palabras hirientes. Conocí a Raúl en un mercado. Él vendía fruta en temporada de posadas, acababa de cumplir 20 años. Su mirada era melancólica, tenía chatos los dedos de las manos, se mordía las uñas. Guardaba rencor a su infancia, su padre lo golpeaba con una pala y lo corría de su casa. Raúl hacía promesas de días prósperos y caminos tranquilos, pero acostumbraba quemar mi cuerpo con cigarros, rompía mis cosas, me gritaba, me pedía perdón y me contaba histori...

Lo que nunca conté de Jaclyn Smith, por Lenin Pérez Pérez

  Qué van a saber de la vida si no la han repensado a las tres menos cuarto de la madrugada, con un frío de las mil perras y el recuerdo del almuerzo en el estómago. Yo, que de niño me rehusaba a conseguir la bendición, he mal aprendido a rezar cuando el terror a un intruso, a dos, o a una pandilla entera, llega a esta hora bajo el golpe seco que adivino echa abajo el único portón que no veo desde la altura de la garita. Ese punto de acceso que no alcanzo a mirar, aunque lo intente subido al balde donde meo la noche entera, por no abrir la reja que deja pasar el sereno y bajar a pisar mi propia sombra cuando dejo atrás las bombillas, y con su miedo se me adelanta. Dios Santo, que hiciste de tus ojos luz la vigilia permanente para cuidar a tus hijos, vela por mis despojos en vida también esta noche. Bien lo dijo la maestra Rosa María que acabaría de celador, y puso en mis manos un libro de Leo Buscaglia que fue el primero en acompañarme durante una noche oscurísima en la que, luego...

SOLDADOS MUERTOS, por Julián Herbert

Conocí a William Ricardo Almasucia –no quiero saber si tal era en verdad su nombre– una noche de viernes, jugando dados en la cantina de Esperanzas. Yo me escapaba de los soldados de Maximiliano luego de envenenar a tres de sus tenientes, pero me había parado una semana entera en ese pueblo de camino donde nadie resulta demasiado sospechoso. Me hospedé en una casa donde, a cambio de moneda juarista, daban aposento y viandas a aventureros y vendedores ambulantes como yo. Durante mi última noche en aquel jacalerío, entré a la cantina con la intención de tomar suficiente sotol como para soportar la marcha rumbo a la frontera en medio de la madrugada, oculto entre los trebejos de un guayín de arrieros. Cuando iba a ordenar, se me atravesó la voz del hombre: –Eh, tú, el del maletín. ¿Qué guardas: dineros o menjurjes? Me volví; pensé que se trataba de un jornalero borracho. Me topé con un oso rubio de dos metros de altura, un gringo que mascaba bien el español. –Son insectici...