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Mostrando las entradas de noviembre, 2020

Las películas extranjeras, por Raúl Lemuz

Dentro del tanque del excusado guardo una pistola nueve milímetros. Pagué dos mil pesos y un juego de sillones semi nuevos por ella. Mi dealer de planta me aseguró que funcionaba a la perfección: Ya está calada, tiene dos muertos encima. Supuse que no debía probarla, dos muertos encima me parecieron suficientes para no dudar de su letalidad.  La idea de guardar ahí la Nueve Eme, como yo la llamo, la tomé de una película extranjera de los años ochenta. No recuerdo si es italiana o francesa, pero es rara como todas las que se producen en el viejo continente. En el filme un hombre calvo y con bigote esconde de su esposa una revista pornográfica cubierta por una bolsa de plástico. Un día su hijo, un adolescente, encuentra por error la revista y queda maravillado por las imágenes. Después de aquel descubrimiento, el hijo no puede parar de entrar al baño, echar una mirada a las revistas y tirarse una paja. El desenlace de la película es fatal. El adolescente está enganchado a la revista ig

La zalea al sol, por Alejandro Reyes Juárez

Gotas de sangre caen sobre la tierra levantando pequeñas partículas de polvo. Otras, terminan decorando mis gastados zapatos. Es verano y la lluvia no se acuerda de este pueblo. Parece que las nubes pasaron entre la nopalera, por el camino de la barranca, y sólo un par de pequeños tirones de éstas son decoración en el azur del cielo. Es medio día de viernes y me convierto en ayudante de matancero. Es una jornada de más aprendizajes que todo ese primer año recién concluido en la escuela secundaria. Mi abuelo amarró las patas del borrego y lo tumbó sobre el suelo. Levantó su cabeza. Me pidió que colocara una cacerola bajo el cuello y lo degolló. La sangre cayó sobre el recipiente y esté se colmó; sentí su calidez escurriendo entre los dedos. El animal murió entre balidos en un breve tiempo. Llevé la sangre a la cocina para que Emilia la transformara en la comida de ese día. Eso de cultivarle frutos a la miseria era otro de sus poderes. — Dile a tu abuelo que te dé algo de menudencia

Una película sobre la nada, por Yader Velásquez

  Esa noche, después de dormir toda la tarde, me reuní con Álvaro y Gabriella en la casa de la Colonia Centroamérica. Gabriella había logrado descargar —después de varios días de búsqueda en sitios repletos de anuncios pornográficos y estafas— las dos películas que Carlsen había rodado a finales de los 70s. Dos cintas experimentales concebidas en pocos meses, dos ejercicios de fuerza y determinación llevados a cabo tiempo después de abandonar la escuela de cine. Ambas habían pasado desapercibidas, exhibidas apenas en un par de ocasiones en los círculos de realizadores independientes, profesores universitarios y activistas políticos con los que Carlsen se relacionaba. La primera se trataba de un extraño corto de no ficción, una especie de ensayo poético construido con material de archivo y largas tomas de los barrios bajos de Sarajevo, Tokio y Adís Abeba. Una serie de imágenes distorsionadas e intervenidas, un collage que reflexionaba sobre sí mismo, sobre la incapacidad del cine para r