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Mostrando las entradas de mayo, 2019

ALGUIEN DEBE TENER LA CULPA, por Nadia Salas

La indiferencia es la parálisis del alma. Antón Chéjov El cajón de los cubiertos rechina cuando lo abro para tomar una cuchara. Me siento, dejo el plato en la mesa y tomo mi celular al ver que se enciende de nuevo. Leo el mensaje de Jorge. “Fue el martes, morris, el día que nosotros fuimos a caminar”. Abro el link que pone al principio. Una nota periodística. Leo lo que dice: El cuerpo de un hombre que presentaba huellas de violencia fue localizado en lo profundo del cañón de San Lorenzo. Lo encontraron sobre un charco de sangre y descalzo; también encontraron unas botas a unos metros del cuerpo. La muerte pudo ser ocasionada por lapidación. No lograron identificarlo.      Termino de leer la nota con un nudo en la boca del estómago. Intento comer pero no hago más que remover el cereal con la cuchara. Barro el plato y el teléfono. Me quedo sentada un largo rato, pensando. Me voy a la cama sin cenar pero no duermo. Transcurre una hora y sigo tendida en la oscuridad con los o

EL FUNERAL, por Carlos Mata

En todos mis años como guardia, nunca había visto una situación como la de esa familia y su difunto. Por regla del nosocomio, no se les podía entregar el cuerpo hasta que la cuenta de urgencias quedara liquidada y como no estaba en sus planes financieros que el occiso muriera, les resultaría un tanto difícil.      Mientras la hija mayor conseguía el dinero, la viuda y la hija menor acompañaban al cuerpo. A esta última se le ocurrió sacar de su cartera una fotografía en vida del ahora pálido y ponerla en la mesita junto a la cama. Un poco más tarde la viuda dijo que tenía hambre y salió en busca de algo que comer. Cuando regresó, metió de contrabando una hamburguesa para su hija y una veladora para iluminar la foto del difunto. Por respeto al duelo, lo pasamos por alto. Una hora después empezaron a llegar los familiares. Pasaban de uno por uno a ver al hermano, al tío, al primo, al compadre; alguien más lo llamó cabrón y una mujer sólo lloró, así que desconocemos el parentesco

ESTACIONES, por Sylvia Georgina Estrada

1 En las tardes veo al chico que me gusta comemos paletas de limón sentados bajo un nogal en el fondo del patio. Cuando lo beso su boca no sabe dulce ni amarga y no sé cómo descifrarlo. 2 Todos los días el chico que me gusta me manda una canción a veces dos. Siempre busco las letras sé que hay en ellas un mensaje oculto para mí aunque a veces no lo encuentre. 3 El chico que me gusta me llevó a su casa jugamos a contar historias le dije te amo pero no era cierto. Quería mostrarle decir que sí que yo tenía un corazón. 4 ¿A dónde iremos ahora? A un lugar donde haga frío respondió el chico que me gusta. Le compré gorros y guantes un termo para el café. Mis obsequios no llegaron a sus manos. Primero cambió de teléfono después de barrio finalmente dejó la ciudad.