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Mostrando las entradas de abril, 2019

LA GRAN CASA REPÚBLICA, por Aida Sifuentes

El día que llegué a Saltillo fue un 11 de agosto del 2011. Lo recuerdo bien porque el 11:11 era un juego de adolescentes en el que podías pedir un deseo. No olvido ni la fecha ni todo lo que viví en esas primeras horas cuando llegué a la Residencia Universitaria. Bajo del autobús en el hospital del niño, tal como me indicó mi hermana. Llevo una dirección anotada en un papelito: Monclova, 1727; colonia República Poniente, entre Colima y Campeche, a un lado de TV Azteca. Debo buscar un taxi amarillo y pedirle que me lleve. Me parece una excentricidad neoyorkina que todos los taxis aquí sean del mismo color. En realidad sólo es una ilusión de la vida capitalina porque en Sabinas –mi pequeña ciudad natal– apenas hay un sitio de taxis frente a la central de camiones que trabaja muy a las fuerzas. Llueve mucho y tengo frío, pero mi suéter está escondido quién sabe dónde en mi maleta. Mi instinto de pueblerina me indicaba que deberíamos estar a 45° C y no calculé llevar una chamarra a

UN LOTO NEGRO, por Juan Iván González

Centaine Bina ya no está en este mundo. Me dejó mientras viajábamos para San Zina. De ella no quedó nada. Ya lo reporté al hospital y ellos al gobierno y pusieron su nombre en una listita de afectados. Ahora estoy en cuarentena y no me han hecho más preguntas. No me dejan hablar con nadie y no dicen si me voy a curar. Se supone que todavía hay remedio siempre y cuando la infección no haya llegado hasta cierto punto, pero no me han dicho si ese es mi caso.      Hace unos tres años pasamos por lo que podría llamarse una invasión alienígena, pero no fue algo tan malo. Estaba casada con Pierre Paulo Bina. Hubo bastante pánico al principio. Se hablaba de cosas terribles, de guerras con otros planetas y cosas así. No sé qué hubiera hecho si mi esposo no hubiese sabido calmarme. Soy una persona bastante débil de carácter. Aunque sepa qué debo hacer, me tranquiliza mucho tener quien me lo diga. Tomar decisiones puede ser difícil, no creo sea malo necesitar quien lo haga por una. Pierre P

TRAMPAS DE LA MENTE, por Aurora Alvarado

TRAMPAS DE LA MENTE Fue en un viaje hacia ninguna parte. Raúl y yo discutíamos. Algo apareció de pronto en la carretera y lo arrollamos con el coche. Creímos haberlo matado. Bajé del auto y cuando me acerqué, eso soltó un bufido inesperado y quiso engullirme completa. Desperté ensordecida, con la boca seca y ese rostro en mi cabeza. Era el de la mujer que conocí meses atrás. La que un tiempo di por muerta. NOTAS DE JAZZ Cruzo la mirada con el hombre de la fiesta. No me quita la vista. Su mirada me penetra. Avienta un palillo que quita de su boca bruscamente. Me sigue. Llego a casa, enciendo la vela. Se hace la luz en mi recámara. Comienzo a desvestirme. El hombre está ahí. Me mira por la ventana. “Entra”, le digo. Lo hace. Se acerca y me toma del talle. Apaga la vela y nuestros labios sellan el inicio de la noche.

MAZMORRA, por Elena Gómez

Los hombres construyeron una prisión                                                                le han puesto por nombre Mujer entre su ropa hurgan                                                    lloran                                                             se consuelan en esa celda a la que llaman Mujer                                                     la delinean cual boceto                                                     ella debe preguntar si puede comer                   en ese lugar                   anda descalza sobre vidrios                                       no hay luz ni libros                 le prohiben la sed                                         no importa su edad                                                                      o el color de sus ojos                           nutre / dobla calzoncillos / zurce las ga