Es domingo. Casi mediodía. El sol de abril penetra sin remordimiento por la ventana. Mi panza gruñe. Tengo sed. Mi boca desprende un desagradable olor a alcohol. Por lo menos logré dormir un rato de corrido. Con el mismo pensamiento que me fui a la cama, desperté. ¿Lo que pasó con Sofi fue realmente un accidente o fue algo que hice a propósito? Lloró. No sé si por vergüenza y por el coraje o porque de algún modo descubrió esos sentimientos que a veces guardo hacia ella, los cuales tienen su origen en pensamientos que quisiera enterrar en lo más subterráneo de mi mente para que nunca vuelvan a salir. Lloró, aunque increíblemente las dos o tres lágrimas que soltó fueron incapaces de arruinar su maquillaje. Se contuvo para no decirme algo más, algo así como “no seas pendeja”. Celebrábamos mi cumpleaños y lo único que salió de su boca fue un “¡fíjate!”. No quiso arruinarme la fiesta. Lo mejor hubiera sido que me insultara y que me gritara. Así por lo menos se hubiera desquita
Sitio de creación literaria del Seminario de Literatura Francisco José Amparán